lunes, 6 de julio de 2015

El Saber que Ocupaba un Lugar. Conocimientos Tradicionales relativos a la Biodiversidad


Portada del Inventario Español de los Conocimientos Tradicionales relativos a la Biodiversidad
“A todas las personas de nuestros pueblos
que han hecho posible este libro al ofrecer generosamente
sus conocimientos y tiempo sin pedir nada a cambio”



Es un gusto encontrar libros que recojan los conocimientos de las zonas rurales antes de que se pierdan. Viendo la foto de portada y según la idea que a los urbanitas nos envuelve, una piensa que se va a encontrar con un manual de cestería, o de labores preciosistas de esas que te llevas de recuerdo de los pueblos pintorescos, y que realmente para ti, no significan nada más allá del recuerdo de un viaje.

Este inventario lleva mucho más allá, lleva a preguntarnos, por qué una tierra con esa riqueza cultural y esas posibilidades es mirada por encima del hombro de los edificios de las ciudades, y qué falta para que se pueda aprovechar esos recursos en bien de la zona y de quienes la habitan.

Para empezar, creo que hubo un error de concepto en cuanto a que al campo se le intentó convertir en ciudad dándole una mano de cemento y haciendo crecer bloques de pisos para aparentar lo que no se era. Esto le pasó a Leganés, mi ciudad, que pasó de ser un pueblo de cereal, huertas, con sus ovejas y pastores, que aún hoy, recorren el poco campo que les hemos dejado en la zona de Leganés Norte, para convertirse en dos décadas como mucho, en una superciudad dormitorio prendida de múltiples cordones umbilicales de Madrid. Pero las que aquí vivimos, hemos perdido toda la cultura que aquí pudiera haber cuando Leganés era campo.

Pero hoy me refiero a otros pueblos, los que no dieron ese paso hacia la transformación mencionada y tienen otras, muchísimas virtudes en forma de recursos, minerales, de fauna, de plantas silvestres de múltiples usos, y de una cultura campesina que sabía observar y entender el medio en el que vivía de una forma lógica, y verdaderamente sustentable.

Una de las cosas que más importante me parece de este tratado, es que tanto los usos, como la cultura y la forma de vida que acompañan a los pueblos rurales, son "sostenibilidad real" y no de manual. En todos ellos lo que prima es la utilización de los recursos que se tiene más a mano, respetando sus ciclos y sus explotaciones para que se reproduzcan una y otra vez. Al igual que sus basuras y desperdicios, eran reciclados para ser reutilizados en la propia zona. 

Estamos de acuerdo en que hay que revivir al mundo rural, pero no cono los códigos de la cultura de los espacios urbanos, porque entonces surgen sin sentidos como el ir por el campo y encontrarte las bolsitas de los excrementos caninos esparcidos y encerrados en ellas de por vida. No son los mismos códigos, así que no podemos utilizar los estándares urbanos para revitalizar al campo. Si es necesaria la relación entre ambos, pero reconociéndose como culturas diferentes.

El sentido de la observación y el sentido común guiaban el funcionamiento agroecológico del pueblo.  El trasladar la cultura del consumismo al campo trae resultados de quiebra tanto de los ecosistemas, como de las sociedades. Un ejemplo de esto es la recolección ilegal de ciertas plantas para usos medicinales que sin respetar los ciclos y la renovación de aquellas, casi las hace desaparecer. 

Esto, pienso yo, que está producido porque hay un amplio conocimiento de la cultura urbana, y muy poco de la rural, haciendo aquella de menos a esta, y es que en muchas ocasiones se ha querido desarrollar el campo convirtiéndolo en ciudad, en lugar de aprovechar las tecnologías para adaptarlas a los usos y los ritmos del campo.  Lo ideal sería que se implementase aquello que le hacía el trabajo más fácil, en la cultura propia rural  y con los conocimientos heredados de antaño.

Libros como este no deberían estar en los cajones, sino en pequeñas bibliotecas de zonas rurales donde niños y niñas aprendieran lo que hacían sus mayores, dejándoles amarlo como propio, y así lo reproducirían  mejorado o variado pero por sus propios códigos, y no por los ajenos.

 Este libro rescata una línea de comunicación de los usos pasados que pueden ser utilizados en el presente siendo viables y sostenibles. Es un cesto de posibilidades para las zonas rurales ya que cumple tres objetivos, rescata una memoria cultural útil y efectiva y la dignifica. Si se está atento, da ideas de nichos de negocio en el campo de una forma sostenible, y revitaliza social y ecológicamente al campo, volviendo a cerrar ciclos de renovación y revitalización en una cultura de tradiciones diferentes a la urbana.

Recomiendo la lectura del Capítulo Ecosistemas dedicados a la Dehesa de Tentudía y la Marisma de Doñana. Creo que es la mejor inmersión en estos dos lugares, sin haber estado allí por su valoración de el trabajo conjunto de la sociedad rural con los ecosistemas.